La lluvia no quería mojarte.
Las gotas buscaban abrazarte.
Buscaban perderse en tu pelo, bajar por tu cara, posarse en tus párpados, caer a tus labios.
Camina. Camina despacio, que el agua cale hasta tus huesos.
Ríe. Ríe a carcajadas, mirando al cielo, hasta que las gotas bajen por tu garganta.
Grita. Grita a las nubes que quieres más, que nunca llueve suficiente.
Salta. Salta sobre tu cara reflejada en los charcos, salpicándome.
Y cuando estés suficientemente empapado como para que todos crean que no hemos paseado, que nos hemos bañado en el puerto, entonces vienes y me abrazas.
Vienes y me abrazas mientras siga lloviendo.
Me abrazas hasta que se les acaben a las nubes las fuerzas o las ganas.
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