martes, 20 de septiembre de 2011

Miedo

Imaginaos la habitación más mugrienta, del motel más cutre, de la carretera más perdida de este país. Las persianas bajadas, la luz de la lamparita encendida, ahora sí, ahora no, con la bombilla estropeada.
Yo asustada, cubierta solo por esa camisa ya no tan blanca, encogida en una esquina de la habitación. Temblando de miedo, de frío, de asco. Había tenido meses para pensar que hacer y esta no había sido contemplada nunca como una opción, como una salida posible. Podía ducharme, pagar y salir corriendo de allí, de todas formas había dado un nombre falso en recepción. Cuando fueran a limpiar el cuarto yo ya estaría muy lejos, tal vez cuando alguien volviera a pisar la habitación, eso ni siquiera seguía vivo.
No sabía cuanto tiempo había pasado sufriendo, llorando, ahogando los gritos para que nadie entrase y me obligase a cargar con él el resto de mi vida. Lo saqué fuera de mi, corté el hilo que nos unía y me aparté hacia la otra esquina de la habitación. Sin cogerlo, sin tocarlo siquiera, lo más lejos que me permitían estas cuatro paredes. No había llorado. Solo le escuchaba quejarse muy bajito, como si supiera lo que me pasaba y se sintiera culpable, como si no quisiera ser una carga.
Tenía miedo, mucho miedo. Pero algo en mi interior tiraba hacia aquel pequeño ser sucio y silencioso. ¿Por qué no lloraba? ¿Por qué no se quejaba? ¿Por qué no se aferraba ni un poco a la vida? Y sin quererlo me arrastré hacia él, haciendo gestos de dolor, poco a poco. Le cogí en brazos. Le miré y giró la cara hacia mí.
Era exactamente igual que ese maldito cabrón.
Y quise matarle, tirarle contra la pared, por la ventana, acabar con él y acabar conmigo después y acabar con todo.

Pero le abracé.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Volando

Tenía algo especial. No solo hacia las personas, también hacia los animales. Tenía esa capacidad para entender, esa empatía increíble. Y su fuerte eran las aves, todo tipo de pájaros.

¿Quién no odia a las palomas? Malditas ratas aladas. Él las adoraba y ellas a él. Innumerables noches llegaron a mi balcón con palabras suyas atadas a las patas.
Pero era cuando éramos chavales, después crecimos. Y seguimos juntos. Él y yo y también las palomas y a veces una cabra que jugaba al escondite. Se empeñó en poner un palomar al final de la finca de la casa grande. Yo decía que no y al final dije que sí, ¿cómo negarle nada a esos ojos?
Lo construyó él con sus propias manos, me cuesta recordar algo que se le diese mal. Pasó muchas, muchas horas allí. Las palomas se iban, a veces mucho tiempo, pero siempre, siempre, volvían. No hubo día que aquel palomar estuviera vacío.

Y el día menos pensado se fue, sin grandes aspavientos. Se fue tranquilo y me dejó aquí, acompañada, pero realmente sola sin él.
Y cuando volví a casa en el palomar solo quedaban plumas y suciedad. Los vecinos dijeron que a las siete y media más o menos todas habían levantado el vuelo al mismo tiempo. Nunca una paloma volvió a posarse allí.

Volaron con él, se fueron con él.

No sé como lo supieron, pero ahora, tantos años después, en esta habitación oscura con una ventana que da a la fachada de otro edificio y por la que no entra luz, veo a todos y cada uno de esos pájaros. Las mismas palomas que se fueron con él y vuelven veinte años después para devolverme a sus brazos. Brazos de los que nunca quise separarme.

viernes, 2 de septiembre de 2011

You'll be the one to hold my heart.

Túmbate.
Contén la respiración, cierra los ojos.
No existas durante unos segundos.
Yo te prometo que serán los mejores segundos de tu vida.
Disfruta de la nada, disfruta del vacío.

Contaré mentalmente hasta diez y entonces te besaré.
Y si al inhalar la primera bocanada de aire, abrir los ojos y mirarme, deseas existir para siempre a mi lado,no volver a desaparecer en el mundo que existe solo en tu cabeza, no volveré a alejarme de ti.