domingo, 7 de noviembre de 2010

Perdona dulce y amarga manzana.

Nunca fui quien de exigirte porqués
de pedirte razones,
sólo buceé como siempre en tus ojos marrones,
en los hoyuelos de tu sonrisa anegados en lágrimas
en las comisuras de tus labios, balbuceando mentiras
suplicándote a gritos una de aquellas sonrisas.

Maté tus besos con palabras,
tus versos con palabras,
palabras huecas,
llanas.

Obcecada en odiarme,
olvide creerte al decirme que me querías.

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