domingo, 14 de marzo de 2010

Pequeño

Entré en el bosque, me quité los zapatos y los tiré lejos.
Caminé.
Despacio.
La lluvia había mojado la tierra y la había hecho barro.
Ahora ese barro se colaba entre mis dedos.
Noté pequeñas ramas que se partían al pisarlas.
Me paré en medio de los árboles.
Trocitos de azul entre sus ramas, ni una nube.
Una hormiga me subía por la pierna.
Las uñas de mis pies ya no eran tan rojas, pintauñas de los chinos.

Decenas de pequeñas heridas en la planta de mis pies,
en las puntas de mis dedos.

¿Qué importa caminar sólo,
si quiénes queremos que caminen a nuestro lado
tratan de empujarnos al barro?

Ahora ya no me importa alejarme.

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