lunes, 6 de septiembre de 2010

Red wine

Sonreía.
No me ocultó ni por un segundo el placer que le producía el hecho irrefutable de que no tenía nada que hacer contra su fuerza bruta.
No apartó la mirada, sus pupilas se fijaban en las mías, regodeándose de antemano en su victoria.
A mi me escocían los ojos de tratar en vano de esconder mis lágrimas.
A él la sonrisa se le torcía mientras se tragaba las carcajadas.
Yo apretaba la mandíbula de rabia contenida. Cerraba los puños con todas mis fuerzas, clavándome las uñas en la palma de las manos.
Todo su cuerpo se reía de mi, cada parte de él me ridiculizaba.
Me cogió por la nuca y acercó mi cara a la suya.
Estampó tus labios contra los mios, porque me niego a llamar a aquello beso, para después empujarme y dejar que me golpease contra la pared y resbalase hasta quedar tirada en el suelo.

Se tiró sobre mi y el olor a vino barato apagó lo que me quedaba de consciencia.

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